Breve historia de Cuenca
Cuenca es una ciudad con una historia rica y fascinante, que se remonta a la época romana. Los primeros vestigios de asentamiento en esta zona datan del siglo II a.C., cuando los romanos fundaron aquí una ciudad llamada Conca. La ciudad era un importante punto en la ruta comercial y militar, que conectaba Cartagena con Zaragoza. En el siglo III d.C., la ciudad fue destruida por la invasión de los visigodos, y luego por los árabes, que conquistaron la península ibérica en el siglo VIII.
Los árabes construyeron en la colina sobre los ríos Júcar y Huécar una poderosa fortaleza llamada Kunka, que formaba parte del sistema defensivo del Emirato de Córdoba. La fortaleza estaba rodeada por un muro de más de 1 km de longitud, y en su interior había palacios, mezquitas, baños y mercados. Los árabes también desarrollaron la agricultura y la artesanía, aprovechando la riqueza natural de la región. En el siglo IX, la ciudad se convirtió en la sede de un emirato independiente, que sin embargo fue sometido por los almorávides en el siglo XI.
En el siglo XII comenzó la reconquista, es decir, la recuperación cristiana de las tierras ocupadas por los musulmanes. En 1177, el rey Alfonso VIII de Castilla conquistó Cuenca tras un largo y sangriento asedio, que terminó con la masacre de los habitantes. El rey hizo de Cuenca una diócesis y le otorgó numerosos privilegios y fueros, es decir, derechos municipales. La ciudad empezó a renacer y a desarrollarse bajo la influencia de la cultura cristiana, y también por el flujo de población de otras partes de España y Europa. En el siglo XIII, Cuenca se convirtió en una de las ciudades más importantes de Castilla, y en el siglo XIV contaba con más de 10 mil habitantes.
En los siglos XV y XVI, Cuenca vivió su edad de oro, siendo un centro comercial, artesanal y cultural. En este tiempo se construyeron muchos edificios monumentales, como la catedral, el puente de San Pablo, la torre de Mangana, la iglesia de San Pedro o las Casas Colgadas. La ciudad también era famosa por su producción de tejidos y cerámica, así como por su actividad artística y literaria. En Cuenca nació y creó, entre otros, el poeta y dramaturgo Juan del Encina, uno de los precursores del teatro español.
En los siglos XVII y XVIII, Cuenca empezó a decaer por la crisis económica, las guerras y las pestes. La ciudad perdió importancia y población, y su desarrollo se vio frenado. En el siglo XIX, Cuenca fue escenario de luchas y destrucciones durante la guerra de independencia contra Napoleón, las guerras carlistas y la guerra civil. No fue hasta el siglo XX cuando la ciudad empezó a reconstruirse y a modernizarse, gracias al desarrollo de las comunicaciones, la industria y el turismo.
En 1996, el centro histórico de Cuenca fue declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO, como un ejemplo único de armoniosa combinación de arquitectura y paisaje. La ciudad también se convirtió en un importante centro de arte contemporáneo, gracias a la actividad del Museo de Arte Abstracto y la Fundación Antonio Pérez. Actualmente, Cuenca es una ciudad viva y atractiva, que ha conservado su encanto y su identidad, siendo al mismo tiempo abierta al mundo y al futuro.