Guía Turística de Cuenca – Descubre Castilla-La Mancha

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Iglesia de San Miguel

Sobre una roca junto al río Júcar, junto a la antigua muralla árabe, se alza la Iglesia de San Miguel, una de las más antiguas e importantes de Cuenca. Se construyó a finales del siglo XIII, en el periodo de transición del estilo románico al gótico, sobre el lugar de una antigua mezquita. En el siglo XVIII la iglesia sufrió una profunda reforma y en el siglo XX fue restaurada. Tiene una hermosa fachada renacentista y sirve como sala de conciertos y lugar de eventos culturales.




La Iglesia de San Miguel tiene una estructura sencilla de una sola nave, corta y ancha, dividida en dos tramos. A los lados de la nave hay pequeñas capillas y tribunas, y al final el presbiterio. La iglesia tiene forma de cruz latina, con un transepto de la misma anchura que la nave. El presbiterio es rectangular, y la fachada de la iglesia es poligonal. La iglesia está cubierta por bóvedas de cañón con lunetos, y el transepto por una cúpula sobre un tambor con linterna.




El interior de la iglesia está adornado con una rica ornamentación rococó, con esculturas, pinturas y estucos. Entre ellos destacan el altar mayor con la imagen de la Virgen con el Niño y san Miguel Arcángel, obra de José Camarón, y el altar lateral con la imagen de la Anunciación, obra de Francisco Bayeu. En la iglesia también hay una cripta, donde reposa el fundador y su familia.




La Iglesia de San Miguel es también el lugar donde en 1811 se aprobó la primera constitución de España, llamada La Pepa. Entonces, Cuenca era la sede de las Cortes de Cádiz, es decir, la asamblea de diputados que huyeron de Madrid ante la invasión napoleónica. En la iglesia se celebró una sesión solemne, en la que se proclamó la constitución, que era una de las más progresistas e innovadoras de Europa. La constitución establecía, entre otras cosas, la separación de poderes, la soberanía nacional, la libertad de culto y de prensa, la igualdad de los ciudadanos y la limitación de los derechos del rey. La constitución, sin embargo, tuvo una breve vigencia, pues fue abolida por Fernando VII, que restauró el absolutismo.

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